América del Sur hoy: una evaluación crítica sobre la izquierda y los
gobiernos progresistas.
Hacer un balance
de la región de América del Sur que vivió, a partir de este siglo, un ciclo
político que resultó en partidos progresistas en el gobierno en gran parte de
la región. Estos gobiernos han promovido importantes avances en el campo
social. Pero no fueron capaces de revertir las tendencias de desmontaje del
desarrollo heredado del neoliberalismo. Así, la actividad hará un mapeo sobre
el momento crítico que atraviesa la región, los rasgos comunes y específicos de
cada país y discutir perspectivas de la izquierda en la región.
En esta nota analizamos la necesidad de la integración
latinoaméricana para mejorar el poder de negociación con respecto al mundo
desarrollado y para construir procesos de desarrollo que faciliten soluciones
frente a los graves problemas del empleo y la pobreza que caracterizan a la
región. Mayor poder de negociación significa diversas formas de cooperación
política y de acciones unitarias, lo que requiere propuestas comunes. Significa
también avanzar en conciencia regional, en valores comunes, en comprensión de
la necesaria unidad latinoamericana. Ello ayudará a construir elementos de
solidaridad no solamente atendiendo intereses económicos de cada país, que
siempre estarán presentes que permitan cumplir con los sueños de los héroes de
la independencia.
El mapa político de América
del Sur muestra la presencia en el poder de siete gobiernos progresistas:
Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela. Todos ellos
fueron electos en procesos democráticos, con elecciones limpias y transparentes.
En el caso de Chile, el gobierno de la Concertación ha ganado las cuatro
elecciones desde la apertura democrática en 1990. En Venezuela, Hugo Chávez
obtuvo el triunfo en todas las elecciones a las que se ha presentado, desde su
primera victoria en 1999. En Brasil, Lula da Silva ha sido reelecto. En
Ecuador, Rafael Correa ganó las elecciones presidenciales y obtuvo un amplio
triunfo en la decisión para nombrar una Asamblea Constituyente. En Argentina el
gobierno de Kirchner va por la reelección. En Uruguay y Bolivia triunfaron
claramente Tabaré Vázquez y Evo Morales, respectivamente.
Seguramente las causas que
permitieron el acceso al gobierno de estas fuerzas progresistas tienen la
especificidad de cada país. Pero hay algunas características generales que
seguramente no son ajenas a esta nueva situación:
- Los notables progresos de la democracia electoral en la región, minimizando los fraudes, avanzando en una mayor participación ciudadana, con elecciones más limpias y más libres;
- El mediocre desempeño económico en los últimos 25 años y los fracasos de las reformas neoliberales;
- La profundización de los problemas sociales por la elevada proporción de la población que vive en condiciones de pobreza y por la expansión de los problemas del empleo (desempleo abierto, subempleo e informalidad) en los países de la región;
- Esta situación económico social lleva a la desesperanza y a la frustración sobre la democracia; el informe del PNUD muestra que el 48% de los latinoamericanos prefería el desarrollo económico a la democracia. Ello también puede haber motivado el voto hacia nuevos gobiernos progresistas;
- En algunos países ¬como Chile, Argentina, Uruguay y Brasil¬ los partidos políticos se mantuvieron fuertes pese a las crisis económicas. En cambio en Bolivia, Ecuador y Venezuela surgieron nuevos líderes a partir de profundas crisis de los partidos políticos tradicionales.
- Los siete gobiernos progresistas de América del Sur muestran algunos elementos comunes:
- Todos plantean críticas muy duras al neoliberalismo, especialmente hacia los procesos de privatizaciones que se dieron en la década del 90;
- Todos se manifiestan a favor de la integración económica y social de la región. Importa destacar los gestos de solidaridad del gobierno de Venezuela, aprovechando los altos niveles de excedentes financeiros provenientes de las subas en los precios internacionales del petróleo;
- Todos apuestan hacia mejoras sociales, hacia diversas formas de equidad, manteniendo los principios básicos de la democracia política para avanzar hacia nuevas formas de democracia económica y social.
Diversos analistas critican a
algunos de estos gobiernos por no atender adecuadamente los principios de la
democracia, sobre todo desde la derecha política, ya que esperaban caos
financiero, procesos de especulación y de elevada inflación que, en general, no
ocurrieron. Por lo tanto, centran sus ataques en las características de sus
procesos democráticos. Esto no ocurre en algunos países como Uruguay, Brasil y
Chile, donde se dieron los máximos esfuerzos por garantizar la democracia
electoral, las libertades básicas y el Estado de Derecho. Sucede que en América
Latina se produjeron enormes avances en la democracia electoral pero se
mantienen viejos problemas en la calidad de la democracia, fruto de las grandes
desigualdades sociales. En algunos países se necesita extender la democracia
política a ciertas regiones y/o sectores sociales; en otros países existen
ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, porque la ley no llega a todos
por igual. En muchos países se mantienen discriminaciones contra mujeres,
pobres y ciertas etnias. También hay ciudadanos que carecen de protección
contra la violencia policial y privada y no logran el acceso igualitario y
respetuoso a instituciones estatales, incluso a la Justicia. En ciertas
regiones deciden poderes fácticos, donde el Estado nacional no llegó o no tiene
suficiente poder de decisión en el plano local.
Ciertos países presentan una
fuerte cultura autoritaria en lo político, en lo social, en lo familiar y cotidiano.
En algunos de ellos la sociedad civil no se siente parte, ni con derechos ni
obligaciones con la democracia y carece de cultura democrática. La calidad de
la democracia se ve afectada cuando no se atienden los derechos civiles de los
ciudadanos porque hay violaciones a los derechos humanos, cuando no se
garantiza el derecho a la vida, cuando se afectan los derechos sociales por la
pobreza, las desigualdades, el analfabetismo, la mortalidad infantil o los
resistentes problemas de empleo.
Estos son problemas de viejas
etapas históricas en la región que necesitan avances en distintos planos y que
requieren procesos de largo plazo para mejorar sustantivamente la calidad de la
democracia. Seguramente no es comparable la cultura democrática de la sociedad
uruguaya con la de Venezuela o Bolivia. Son historias completamente distintas.
Valdría la pregunta: ¿Qué significa la democracia para los pobres? También nos
podríamos preguntar: ¿Cuánta pobreza resiste la libertad?
Si miramos el proceso
uruguayo, concretamente, estamos satisfechos con nuestra democracia política e
inclusive con la calidad de nuestra democracia. Lo relevante es pasar de la
democracia política a la democracia económica y social.
Uruguay tiene profundas
relaciones con los gobiernos progresistas. El gobierno uruguayo tiene muy buen
relacionamiento con Chile y ha mejorado su relación con Brasil después de la
última visita de Lula a Uruguay. Tiene mucha gratitud hacia los apoyos
económico financieros de Venezuela, lo cual no significa compartir muchas
declaraciones del presidente Hugo Chávez. Actualmente estamos frente a un
conflicto con Argentina y habrá que intensificar las relaciones con Bolivia y
Ecuador. Lo que sí es relevante, es la participación de todos los países de
América del Sur en las negociaciones conjuntas y en la construcción del futuro.
Pero sin duda hay diferencias de estilo entre los distintos gobiernos
progresistas de América del Sur que analizaremos en nota próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario