martes, 20 de marzo de 2018

Mecanismos de resistencia a los rgímenes dictatoriales




MECANISMOS DE RESISTENCIA A LOS REGÍMENES DICTATORIALES





La oposición política es parte de la democracia, es la expresión de contradicción imprescindible en el proceso democrático de formación de la voluntad política y es consustancial a la libertad, los derechos políticos, el pluralismo y la alternancia en el poder. Sin oposición política no hay manera de que la democracia cumpla ninguno de los elementos esenciales proclamados por la Carta Democrática Interamericana (respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; celebración de elecciones libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto; un régimen plural de partidos políticos; y la separación e independencia de los poderes públicos).



El objetivo natural de la oposición política en democracia es el acceso al poder, es ganar elecciones y ser Gobierno. Por eso cuando vemos -con el título de oposición- grupos o candidatos que solo terminan prestándose al juego del régimen y que participan para legitimar la permanencia indefinida de éste en el poder, formando parte de la simulación de democracia, estamos lamentablemente ante una más de las señales de la sustitución de la democracia por una dictadura que tiene el control absoluto de la política y del poder. En las dictaduras del siglo XXI, el control de “la oposición” es parte del sistema que han implementado.



Para que exista oposición política real debe existir democracia, incluyendo libertad de expresión y libertad de prensa. En los países del denominado socialismo del siglo XXI está comprobada la estrategia de anular la libertad de prensa y del control de la opinión pública, como lo demuestran sus inaceptables leyes y la creciente lista de ciudadanos, dirigentes, empresarios y periodistas enjuiciados, perseguidos, presos y exiliados.



Cuando la democracia se ha roto y reemplazado por un régimen dictatorial, la oposición como tal ha dejado de existir dando lugar a la “resistencia” que se refiere al conjunto de personas que se oponen a una dictadura. El término resistencia fue originalmente atribuido al conjunto de personas que clandestinamente de ordinario se oponían a los invasores de su país, pero este concepto está hoy ampliado -incluso lingüísticamente- a la oposición a un régimen dictatorial.



El oponerse (la contradicción) a un régimen no democrático, la oposición en dictadura, no es oposición política, es “resistencia”, es un verdadero acto de heroísmo por el alto riesgo que implica. En las condiciones establecidas por estos regímenes, no hay posibilidad alguna de que aun perdiendo las elecciones -como sucedió en Venezuela- el dictador deje el poder.



Si aceptamos estas precisiones semánticas y aclaración de conceptos políticos solo resta hacer un recorrido de observación de la realidad objetiva en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua para constatar que clase de contradicción permite cada uno de estos regímenes.



Observar y tratar de determinar si la denominada oposición o parte de ella está pactada, controlada, limitada, constreñida, penetrada desde el poder o amenazada es tarea importante.



Observemos que parte de lo que se llama oposición es resistencia, o sea la contradicción de verdad al régimen, que solo puede consistir en recuperar la democracia. En muchos casos el desenvolvimiento diario de los denominados líderes de oposición y sus actitudes frente a las del régimen resultaran siendo la demostración que buscamos y podremos saber quiénes son parte de la resistencia (oposición real a la dictadura) que buscan recuperar la democracia, y quienes solo están ubicados en una cómoda que le permite al régimen dictatorial permanecer indefinidamente con careta de democracia.


Juicio crítico sobre los gobiernos de América del Sur




América del Sur hoy: una evaluación crítica sobre la izquierda y los gobiernos progresistas.



Hacer un balance de la región de América del Sur que vivió, a partir de este siglo, un ciclo político que resultó en partidos progresistas en el gobierno en gran parte de la región. Estos gobiernos han promovido importantes avances en el campo social. Pero no fueron capaces de revertir las tendencias de desmontaje del desarrollo heredado del neoliberalismo. Así, la actividad hará un mapeo sobre el momento crítico que atraviesa la región, los rasgos comunes y específicos de cada país y discutir perspectivas de la izquierda en la región.



En esta nota analizamos la necesidad de la integración latinoaméricana para mejorar el poder de negociación con respecto al mundo desarrollado y para construir procesos de desarrollo que faciliten soluciones frente a los graves problemas del empleo y la pobreza que caracterizan a la región. Mayor poder de negociación significa diversas formas de cooperación política y de acciones unitarias, lo que requiere propuestas comunes. Significa también avanzar en conciencia regional, en valores comunes, en comprensión de la necesaria unidad latinoamericana. Ello ayudará a construir elementos de solidaridad no solamente atendiendo intereses económicos de cada país, que siempre estarán presentes que permitan cumplir con los sueños de los héroes de la independencia.



El mapa político de América del Sur muestra la presencia en el poder de siete gobiernos progresistas: Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela. Todos ellos fueron electos en procesos democráticos, con elecciones limpias y transparentes. En el caso de Chile, el gobierno de la Concertación ha ganado las cuatro elecciones desde la apertura democrática en 1990. En Venezuela, Hugo Chávez obtuvo el triunfo en todas las elecciones a las que se ha presentado, desde su primera victoria en 1999. En Brasil, Lula da Silva ha sido reelecto. En Ecuador, Rafael Correa ganó las elecciones presidenciales y obtuvo un amplio triunfo en la decisión para nombrar una Asamblea Constituyente. En Argentina el gobierno de Kirchner va por la reelección. En Uruguay y Bolivia triunfaron claramente Tabaré Vázquez y Evo Morales, respectivamente.



Seguramente las causas que permitieron el acceso al gobierno de estas fuerzas progresistas tienen la especificidad de cada país. Pero hay algunas características generales que seguramente no son ajenas a esta nueva situación:



  • Los notables progresos de la democracia electoral en la región, minimizando los fraudes, avanzando en una mayor participación ciudadana, con elecciones más limpias y más libres;
  • El mediocre desempeño económico en los últimos 25 años y los fracasos de las reformas neoliberales;
  • La profundización de los problemas sociales por la elevada proporción de la población que vive en condiciones de pobreza y por la expansión de los problemas del empleo (desempleo abierto, subempleo e informalidad) en los países de la región;
  • Esta situación económico social lleva a la desesperanza y a la frustración sobre la democracia; el informe del PNUD muestra que el 48% de los latinoamericanos prefería el desarrollo económico a la democracia. Ello también puede haber motivado el voto hacia nuevos gobiernos progresistas;
  • En algunos países ¬como Chile, Argentina, Uruguay y Brasil¬ los partidos políticos se mantuvieron fuertes pese a las crisis económicas. En cambio en Bolivia, Ecuador y Venezuela surgieron nuevos líderes a partir de profundas crisis de los partidos políticos tradicionales.
  • Los siete gobiernos progresistas de América del Sur muestran algunos elementos comunes:
  • Todos plantean críticas muy duras al neoliberalismo, especialmente hacia los procesos de privatizaciones que se dieron en la década del 90;
  • Todos se manifiestan a favor de la integración económica y social de la región. Importa destacar los gestos de solidaridad del gobierno de Venezuela, aprovechando los altos niveles de excedentes financeiros provenientes de las subas en los precios internacionales del petróleo;
  • Todos apuestan hacia mejoras sociales, hacia diversas formas de equidad, manteniendo los principios básicos de la democracia política para avanzar hacia nuevas formas de democracia económica y social.


Diversos analistas critican a algunos de estos gobiernos por no atender adecuadamente los principios de la democracia, sobre todo desde la derecha política, ya que esperaban caos financiero, procesos de especulación y de elevada inflación que, en general, no ocurrieron. Por lo tanto, centran sus ataques en las características de sus procesos democráticos. Esto no ocurre en algunos países como Uruguay, Brasil y Chile, donde se dieron los máximos esfuerzos por garantizar la democracia electoral, las libertades básicas y el Estado de Derecho. Sucede que en América Latina se produjeron enormes avances en la democracia electoral pero se mantienen viejos problemas en la calidad de la democracia, fruto de las grandes desigualdades sociales. En algunos países se necesita extender la democracia política a ciertas regiones y/o sectores sociales; en otros países existen ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, porque la ley no llega a todos por igual. En muchos países se mantienen discriminaciones contra mujeres, pobres y ciertas etnias. También hay ciudadanos que carecen de protección contra la violencia policial y privada y no logran el acceso igualitario y respetuoso a instituciones estatales, incluso a la Justicia. En ciertas regiones deciden poderes fácticos, donde el Estado nacional no llegó o no tiene suficiente poder de decisión en el plano local.



Ciertos países presentan una fuerte cultura autoritaria en lo político, en lo social, en lo familiar y cotidiano. En algunos de ellos la sociedad civil no se siente parte, ni con derechos ni obligaciones con la democracia y carece de cultura democrática. La calidad de la democracia se ve afectada cuando no se atienden los derechos civiles de los ciudadanos porque hay violaciones a los derechos humanos, cuando no se garantiza el derecho a la vida, cuando se afectan los derechos sociales por la pobreza, las desigualdades, el analfabetismo, la mortalidad infantil o los resistentes problemas de empleo.



Estos son problemas de viejas etapas históricas en la región que necesitan avances en distintos planos y que requieren procesos de largo plazo para mejorar sustantivamente la calidad de la democracia. Seguramente no es comparable la cultura democrática de la sociedad uruguaya con la de Venezuela o Bolivia. Son historias completamente distintas. Valdría la pregunta: ¿Qué significa la democracia para los pobres? También nos podríamos preguntar: ¿Cuánta pobreza resiste la libertad?

Si miramos el proceso uruguayo, concretamente, estamos satisfechos con nuestra democracia política e inclusive con la calidad de nuestra democracia. Lo relevante es pasar de la democracia política a la democracia económica y social.

Uruguay tiene profundas relaciones con los gobiernos progresistas. El gobierno uruguayo tiene muy buen relacionamiento con Chile y ha mejorado su relación con Brasil después de la última visita de Lula a Uruguay. Tiene mucha gratitud hacia los apoyos económico financieros de Venezuela, lo cual no significa compartir muchas declaraciones del presidente Hugo Chávez. Actualmente estamos frente a un conflicto con Argentina y habrá que intensificar las relaciones con Bolivia y Ecuador. Lo que sí es relevante, es la participación de todos los países de América del Sur en las negociaciones conjuntas y en la construcción del futuro. Pero sin duda hay diferencias de estilo entre los distintos gobiernos progresistas de América del Sur que analizaremos en nota próxima.


Ensayo sobre La Educación Bancaria de Paulo Freire




La Educación Bancaria de Paulo Freire





La educación bancaria es la concepción de la educación como un proceso en que el educador deposita contenidos en la mente del educando. El termino aparece por primera vez en la obra Pedagogía del Oprimido del pedagógo brasileño Paulo Freire, quien analiza de forma crítica esta visión de la educación, la cual denuncia como un instrumento fundamental de opresión, en oposición a una educación popular.



En lugar de observar una educación como un proceso de comunicación y diálogo consciente y con discernimiento, la educación bancaria contempla al educando como sujeto pasivo e ignorante, que ha de aprender por medio de la memorización y repetición de los contenidos que se le inculcan. Bajo esta lógica, el educador selecciona de forma a priori, para luego instruirlas, viviéndose a sí mismo como su poseedor de verdades únicas e inamovibles.



La expresión como tal se origina con la obra de Freire, pro la idea en sí se encuentra un paralelismo con las ideas con las ideas del pedagogo suizo Johann Heinrich Pestalozzi, que ya había rechazado dichas técnicas en el siglo XVII.



Este tipo de educación paternalista parte de unas ciertas premisas de unas ciertas premisas o concepciones que se tienen sobre cómo enseñar. Una de esas premisas es que enseñar consiste en narrar, es decir, que la narración cobra un papel no sólo muy importante, sino preponderante en la educación.



La dificultad que se crea con ese pensamiento es que se va la realidad como algo que no cambia, que permanece con el tiempo y que, además, es divisible y totalmente ajeno a la propia experiencia de los maestros.



Una segunda premisa de la que parte la educación bancaria es que el estudiante es un ser vacío de conocimiento. Es por ello, que el maestro se considera a sí mismo como un agente indiscutible. Es decir, que su palabra es la única que cuenta con el contrato social que crea con el agente pasivo que sería el estudiante. Además, teniendo en cuenta que el estudiante sería un ser vacío, el maestro debe llenarlo de saber. Es aquí en donde el término Educación Bancaria toma sentido, pues el maestro se convierte en el depositante, el estudiante, en el depositario y el conocimiento es el depósito.





Entonces, la calidad de la educación se mide en cuestión de cantidad.



Entonces, la calidad de la educación se mide en cuestión de cantidad de conocimiento es el depósito. Entre más sea cantidad de conocimiento (depósito) que el maestro (depositante) logre insertar en la cabeza del estudiante, memorice y repita, mejor estudiante será.



Por lo anterior, los estudiantes sólo tienen una cosa que hacer, recibir pasivamente la información y archivarla.  De acuerdo a todo a todo lo dicho anteriormente, el saber se lograría siendo paciente, pasivo y memorístico. Asimismo. La información se haría posible únicamente si el maestro tiene una suma mayor de información y reconoce sus saberes como absolutos. Es decir, que el estudiante jamás tendrá la oportunidad de crear nuevas ideas, pues ya todo ha sido dicho y debe ser conservado a través de la memorización.



Finalmente, este tipo de educación se lleva a cabo por los intereses privados de los grupos de los sociales poderosos, que logran percibir en el debate, el pensamiento incentivo y crítico, una amenaza a sus estilos de vida. El problema radica en que pensar auténticamente es peligroso.



El extraño humanismo de esta concepción bancaria se reduce a la tentativa de hacer de los hombres su contrario- un autómata, que es la negociación de su vocación ontológica de ser más.








Movimientos sociales en América




LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA


Los cambios recientes en América Latina se expresan no sólo en movimientos sociales y populares cada vez más originales y activos sino también en un nuevo escenario político marcado por la existencia de gobiernos de centro-izquierda bajo una fuerte presión de la sociedad civil y de movimientos de masa. Esta nueva coyuntura está redefiniendo el escenario político en la región y está abriendo un proceso histórico que presenta elementos nuevos que van a influir profundamente en la dinámica económica, política, cultural y social inmediata, pero también en el mediano y largo plazo. 

Una comprensión más objetiva de esta nueva coyuntura en la región exige un análisis profundamente histórico, capaz de hacer un balance de la lucha secular de las fuerzas progresistas que ha generado una acumulación de experiencias extremamente rica. Lucha secular que tiene que ver con elementos claves de nuestra identidad como latinoamericanos, como naciones capaces de conducirse a sí mismas y que tienen una presencia cultural basada en una fuerza civilizatoria propia. 

Desde esta perspectiva, el presente artículo busca hacer un breve balance histórico de los movimientos sociales en América Latina, tomando en cuenta cuatro fases : Los orígenes de los movimientos sociales clásicos desde la influencia anarquista hasta a la Tercera Internacional, la fase del populismo y las luchas nacional-democráticas ; la autonomización de los movimientos sociales y las nuevas formas de resistencia y la cuarta fase de globalización de las luchas sociales a partir de Seattle y la nueva agenda.

1. LOS ORIGENES : DE LA INFLUENCIA ANARQUISTA A LA TERCERA INTERNACIONAL

En su fase inicial de formación los movimientos sociales clásicos en América Latina tuvieron una fuerte influencia anarquista, a través de la migración europea, principalmente italiana y española, de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Estos inmigrantes anarquistas, básicamente artesanos y trabajadores de pequeñas actividades económicas, se dirigieron principalmente hacia las zonas urbanas, formando las primeras levas de movimientos obreros. A partir de la Primera Guerra Mundial y posteriormente durante los años veinte, la expansión de las manufacturas en la región crea condiciones para el surgimiento de un proletariado industrial, que tendrá su pleno desarrollo con los procesos de industrialización de la década 1930. 

Estos movimientos anarquistas tuvieron su auge en toda la región entre 1917 y 1919, años en los que se organizaron huelgas generales bastante significativas que abrieron un proceso de sindicalización del movimiento obrero, como el caso de Perú en 1919, Brasil en 1917, Argentina en 1918 y México en el mismo periodo. Se crea un clima político generalizado favorable a la huelga general como forma de lucha principal, a pesar de que en algunos casos éstas no tenían un objetivo claro o buscaban una especie de disolución del Estado. En esta fase se consiguieron avances importantes en las luchas sociales y sindicales, colocándose en el eje de las luchas reivindicaciones específicas como la reducción de la jornada a ocho horas por día así como mejoras salariales y de condiciones de trabajo y de vida de los obreros.  Es el caso de la huelga de 1919 en el Perú, que al igual que otras experiencias en la región, fueron brutalmente reprimidas sin poder acumular fuerzas, generando una autocrítica en gran parte del movimiento anarquista que va a conducirlos al bolchevismo.

Los movimientos huelguistas estuvieron también marcados por la influencia de la Revolución Rusa, tanto la revolución bolchevique de 1917 como el proceso revolucionario general y las huelgas generales que habían sido características en la revolución de 1905. La corriente bolchevique, llamada “maximalista”, estaba compuesta principalmente por anarquistas que pensaron que el bolchevismo era una manifestación del propio anarquismo. Esta visión, que consideraba el bolchevismo como una forma de “maximalismo”, se mantuvo hasta 1919-1920, cuando los bolcheviques rusos se confrontan con los Kronstadt que habían sido uno de los brazos principales de la revolución de 1917 y que entran en choque con el gobierno bolchevique, siendo reprimidos tenazmente. A partir de este momento, parte de los anarquistas se alejan del bolchevismo y las corrientes que se mantuvieron fieles al mismo formarán los partidos comunistas.

Este período va a marcar la transición del anarquismo, con su versión maximalista que se destruye junto con las huelgas generales brutalmente reprimidas, a los movimientos comunistas latinoamericanos. Hasta los años veinte, a pesar de la importancia que la Internacional Socialista tuvo en Europa, los partidos socialdemócratas europeos no llegaron a tener una influencia significativa en América Latina, excepto en Argentina que fue el único país que tuvo representación en la II Internacional. A partir de los años 20 el movimiento obrero de la región se incorpora al campo del marxismo, especialmente a su versión comandada por la Internacional Comunista.

a)  El Movimiento Campesino

Históricamente, el campesinado en América Latina estuvo sometido a una fuerte dominación de los señores de tierra, bajo condiciones extremamente negativas de cultivo y organización. En este contexto, sólo las comunidades indígenas poseían los medios para auto dirigirse y organizarse, a pesar de la represión a la que fueron sometidas secularmente. Este sector fue la cabeza de una insurrección popular que se convirtió en una referencia fundamental en toda la región : la Revolución Mexicana de 1910, que tuvo una base campesina significativa. La lucha democrática contra el porfirismo estuvo conducida principalmente por partidos democráticos de clase media, que por necesidad de base política se aproximan al campesinado, produciéndose una articulación muy fuerte entre el movimiento campesino y las luchas democráticas mexicanas. A pesar de que los movimientos campesinos no se presentan como movimientos indígenas, se empieza a configurar un vínculo más claro entre ambos. Los líderes de la Revolución Mexicana estaban articulados a sus orígenes indígenas, sobre todo Zapata, que tiene una fuerte representatividad como líder indígena, a pesar que no basar su liderazgo específicamente en ello, Porque en aquel momento, el movimiento está volcado fundamentalmente hacia la cuestión de la tierra.

Es necesario destacar también el papel específico de los movimientos campesinos, que llegaron a tener un auge relativamente importante en América Central durante los años de 1920-1930, cuando ya existía una explotación de campesinos asalariados directamente subordinados a empresas norteamericanas que los organizan en las actividades exportadoras. En esta región se formaron bases importantes de lucha por la reforma agraria que debido a la fuerte presencia estadounidense se mezclaron con las luchas nacionales contra la dominación norteamericana. Este es el caso del Sandinismo, de las revoluciones de El Salvador lideradas por Farabundo Martí, de las huelgas de masas cubanas y, en parte, de la Columna Prestes en Brasil, que a pesar de tener una base fundamentalmente pequeño burguesa, va a entrar en contacto con la población campesina, desarrollando una cierta interacción de este movimiento de clase media de origen militar con el campesinado. Sin embargo, no se puede hablar de un movimiento campesino realmente significativo en este período en Brasil.

b) El Movimiento Obrero

El movimiento obrero latinoamericano ha sido el otro sostén de las fuerzas populares en el continente y encuentra su base material en la primera ola de industrialización durante la primera década del siglo XX. Podemos decir que se consolida como movimiento mucho más sólido en los años 20, desde el marxismo leninismo, esto es, de la influencia bolchevique y de la revolución rusa que se sobrepone a la segunda internacional y al anarquismo. Este aspecto es muy importante para configurar las características principales del movimiento obrero latinoamericano, sobre todo desde el punto de vista ideológico. 

Paralelamente a este fenómeno, en algunas zonas mineras relativamente importantes se desarrolló un proletariado asalariado que tenía reivindicaciones propias bastante más colectivas y cuya formación tuvo menos influencia anarquista. Esto explicaría el hecho de que en Chile existiese un Partido Demócrata con base obrera minera muy significativa, antes del desplazamiento de estos trabajadores hacia el Partido Comunista Chileno bajo el liderazgo de Recavarren, lo que al mismo tiempo otorga a esta organización diferencias respecto al resto de los comunistas latinoamericanos, en la medida en que no nace de una base propiamente anarquista, sino de una concepción política más cercana a la socialdemocracia. El Partido Demócrata Chileno no era propiamente una organización socialdemócrata, sino que se aproxima más al radicalismo de los partidos pequeño burgueses de tipo liberal. En otros países de América Latina también se desarrolló una presencia minera importante con un alto grado de sindicalización, como en el caso de Perú, Colombia y Bolivia. En el último caso, el movimiento minero boliviano sólo va a alcanzar su auge en la década de 1940-1950, llegando a ser protagonista de la revolución boliviana. 

c) Los movimientos de clase media y el movimiento estudiantil

El ala del movimiento obrero que luego formará los partidos comunistas se aproxima a sectores de la clase media en torno a objetivos democráticos, como es el caso de los “tenientes” en Brasil, que sería un movimiento social de clase media militar, con objetivos de democracia política. Otros movimientos de clase media, como el aprismo peruano, se adhieren a una plataforma de tipo nacional democrática, levantando banderas como la democracia política, el antiimperialismo, la defensa de las riquezas nacionales, la reforma agraria, la industrialización asumida como una tarea del Estado, etc. La reforma universitaria fue otra bandera que la clase media levantó de manera muy orgánica durante los años 20 y condujo a un movimiento social propio, que exigía la participación de los estudiantes en la conducción de la universidad, la reforma curricular y la apertura hacia los procesos sociales y políticos que vivía América Latina. Tal vez uno los momentos más significativos de las luchas del movimiento estudiantil fue el de la reforma universitaria de 1918 en Córdoba (Argentina), que generó un gran impacto en el ambiente universitario y político latinoamericano. En México, la lucha a favor de la reforma universitaria asumirá banderas nacional-democráticas y étnicas que no fueron bien asimiladas por los partidos comunistas y por ciertos sectores de la izquierda, aunque finalmente el movimiento educacional mexicano va a tener su gran expresión en la “educación socialista” que tendrá su auge durante los años 30. 

No se puede dejar de considerar como parte de los movimientos sociales, los movimientos culturales y artísticos que buscaban que el arte se aproximase más al pueblo y fuese su expresión mayor. Surgen experiencias extremamente ricas en la región como es el caso del muralismo mexicano, que formó parte del movimiento de la Revolución Mexicana o procesos como la revolución modernista de Brasil en 1922 y otros movimientos similares, principalmente durante los años 20. La creación de la revista Amauta (Lima 1926-1930), fundada por José Carlos Mariátegui, abre un espacio de reflexión intelectual muy importante en la región y muestra la fuerza y la profundidad de estos nuevos movimientos artísticos y culturales que se afirman en una identidad propia al mismo tiempo que se proyectan de manera universal a partir de una visión local, poniendo en cuestionamiento las pretensiones universales de occidente.

Hasta los años 30 se va a definir una plataforma de reivindicaciones de los movimientos sociales de la región. En esta agenda se coloca el problema de la tierra, de ahí la importancia de la Revolución Mexicana ; la cuestión minera, que representa la cuestión nacional, sea de la propiedad de las minas o de una participación de los Estados que abrigan los yacimientos en la renta de las minas ; las cuestiones salariales que ya están articuladas con las otras reivindicaciones, principalmente en las zonas mineras y en las zonas proletarias urbanas, sobre todo cuando el movimiento obrero urbano se va constituyendo más claramente en un movimiento asalariado.

2. EL POPULISMO Y LAS LUCHAS NACIONAL-DEMOCRATICAS

El conjunto de movimientos sociales que surge a lo largo de las primeras décadas del siglo XX va a tener la oportunidad de aproximarse al poder en los años 30 y 40 con la formación de los gobiernos populares y populistas. Estos gobiernos buscan apoyarse en los sectores populares y estructurar sus movimientos sociales en el contexto de una gran lucha nacional-democrática, integrando todas estas fuerzas sociales y culturales en frentes de contenido nacional-democrático que ya habían incorporado muchos puntos comunes con los movimientos antiimperialistas de los años 20 y van solidarizarse con los movimientos anticoloniales afro-asiáticos después de la Segunda Guerra Mundial. Los partidos comunistas en la región fueron integrando los diversos movimientos a una misma lógica nacional-democrática en la medida en que avanzaba la lucha anticolonialista.

Después de la Primera Guerra Mundial, en la medida en que se van constituyendo gobiernos más próximos a los sectores populares, surge una articulación más profunda entre movimientos sociales y Estados nacionales. Un ejemplo claro de este proceso es el caso mexicano, que ya en los años 20 mostraba una fuerte articulación entre los movimientos campesinos y obreros y el PRI (Partido de la Revolución Institucional). 

La base social no son ya los inmigrantes, sino los obreros urbanos del proceso de industrialización de los años 20. Este nuevo movimiento obrero tiende a un cierto rechazo y ruptura con el antiguo movimiento obrero radical, afirmando un nuevo proletariado de origen campesino sin ideología, como el caso de Argentina, donde se presentará de manera más clara este fenómeno. Este nuevo obrero va a aproximarse mucho más a los dirigentes del proceso de industrialización, dando lugar a los llamados movimientos populistas : el peronismo en Argentina ; el varguismo en Brasil ; el propio caso mexicano, a pesar del carácter radical del cardenismo y los antecedentes de la Revolución Mexicana. El cardenismo es, en gran medida, una expresión de la vinculación de los principales movimientos sociales a los objetivos nacional-democráticos. 

En esta nueva fase se perfila el movimiento revolucionario boliviano, que hace converger mineros y campesinos en la lucha por la reforma agraria, la nacionalización de las minas y la creación de una democracia radical de masas, a pesar de la desconfianza entre ambas partes. Los mineros siempre defendieron una reforma agraria basada en la propiedad colectiva de la tierra, mientras que los campesinos defendían la pequeña propiedad rural. Estas diferencias dividieron el movimiento de la revolución en Bolivia y en la década de 1960 produjeron una contra-revolución cuando el movimiento campesino e indígena se lanza contra los mineros, que recibían también el apoyo de los obreros urbanos, produciéndose una ruptura entre la llamada alianza obrero-campesina. 

En el caso mexicano, campesinos y obreros continuaron dentro de la revolución mexicana. Gran parte de la tierra fue colectivizada de forma que el movimiento campesino se mantuvo en una perspectiva socialista, a pesar de que el indigenismo mexicano procuró resaltar siempre los peligros de la concepción colectivista, considerada ineficiente, burocrática y autoritaria. 

De esta manera, se definía el perfil nacional-democrático como formador de la nueva clase obrera. Dependiendo de la capacidad de comunistas y socialistas de adoctrinarla en una perspectiva socialista, se hacía posible articular la cuestión nacional y el antiimperialismo que motivaban las luchas nacionales en el continente bajo la dominación del capitalismo norteamericano en expansión en el mundo, hasta convertirse en el centro hegemónico del sistema mundial después de la Segunda Guerra Mundial. La Alianza entre la Unión Soviética y los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial se prolonga hasta 1947 cuando la política de Guerra Fría convierte los anteriores aliados en enemigos. A partir de este momento EE.UU. es transformado por el movimiento comunista mundial en enemigo de los trabajadores, mientras el servicio de inteligencia norteamericano trabaja para romper la alianza entre comunistas, socialistas y social cristianos que se había creado durante la Segunda Guerra Mundial. Al ponerse en evidencia el carácter imperialista de la política estadounidense, carácter que había sido olvidado durante la Alianza Democrática antifascista, empieza a desarrollarse un nuevo frente antiimperialista, que encuentra su punto más alto en Brasil, a fines de los años 50 durante el gobierno J.Kubistchek-Goulart. En este período los comunistas, que estaban en la ilegalidad desde 1947 después de sólo 2 años acción política legal, vuelven a asumir la condición de semi-legalidad entre 1961 y 1964 durante el gobierno de João Goulart,

En esta misma época surgía una nueva realidad estratégica en América Latina. La declaración de Cuba como una República Socialista en 1962, en respuesta a la invasión de Bahía Cochino, introdujo en la región la cuestión del socialismo como forma inmediata de transición hacia un nuevo régimen económico-social colectivista. Esta nueva experiencia pasó a influir sectores significativos de las fuerzas políticas de izquierda en América Latina, alcanzando su expresión más elaborada en el programa socialista de la Unidad Popular en Chile, cuando entre 1970 y 1973 intentó una experiencia absolutamente insólita : realizar la transición hacia un régimen de producción socialista en condiciones de legalidad democrática. En este momento de avance de las fuerzas sociales, la tesis de la unidad entre la burguesía nacional y el movimiento popular obrero-campesino-estudiantil se convirtió en un principio estratégico fundamental. Concepción fue derrotada por los golpes de Estado que se sucedieron en la región.

La violencia de la represión de los gobiernos militares impuestos en Chile y en otros países contrastaba con la experiencia de un gobierno militar nacional-democrático en Perú, iniciado en 1968 por Velasco Alvarado. Más que nunca la represión y el terror estatal se desarrollaron hasta sus formas más radicales. No hay duda que el terror fascista inaugurado por Pinochet y profundizado por los golpistas argentinos llevó hasta el paroxismo la represión en la región.

A pesar de las huelgas de masas de los trabajadores de las grandes empresas agrícolas exportadoras - que sostuvieron a Sandino o impusieron la huelga de masas en El Salvador – el movimiento campesino solo vino a alcanzar una victoria significativa durante la revolución en Guatemala con Arbenz en 1952 y particularmente en la revolución boliviana cuando las milicias campesinas y mineras tomaron la dirección del país. En la década de los 50 se iniciaron las Ligas Campesinas lideradas por Francisco Julião en Brasil. En los años 60 la estrategia anti-insurreccional comandada por los militares estadounidenses absorbió finalmente la propuesta de una reforma agraria ordenada que se aplicó sobre todo en el Chile demócrata-cristiano bajo la presidencia de Eduardo Frei. Esta reforma agraria se hizo más radical, completa y profunda en los años 1970-73 bajo el gobierno de la Unidad Popular, teniendo como presidente Salvador Allende.

A lo largo de todos estos años, la reivindicación por la tierra estuvo en el centro de las luchas populares y de la alianza obrero-campesina, con fuerte apoyo estudiantil y de sectores de la clase media urbana. Estas reivindicaciones llegaron hasta la Revolución Sandinista en Nicaragua. Se puede decir, sin embargo, que en las décadas de los 80 y los 90 el fuerte control de las multinacionales sobre la producción agrícola en vastas regiones del continente cambió dramáticamente el sentido de la lucha campesina. Entre 1960 y 1990 se completó un proceso de emigración del campo a la ciudad que expulsó definitivamente vastas capas de pequeños propietarios agrícolas y consolidó la grande y mediana empresa agroindustrial, articuladas con las transnacionales agrícolas o manufactureras de productos agrícolas. Se desarrolla la figura del asalariado agrícola estacional y surge un nuevo movimiento campesino de carácter sindical, con pequeña presión sobre la tierra.

El caso brasileño es paradigmático : los “boias frías” (así llamados por la comida fría que llevan para sus precarios almuerzos en un espacio agrícola ultra especializado y mecanizado) inundan las zonas rurales y solamente en la década del 80 resurge una demanda por la tierra cuando aumenta el desempleo en las zonas rurales y pequeñas ciudades, generando una población desempleada que busca retornar a la tierra. De ahí surge el Movimiento de los Sin Tierra (MST) que presiona por una reforma agraria más ágil pero no cuestiona la legislación de tierras del país, que dispone la compra de las tierras no cultivadas a precio de mercado para distribuir entre los campesinos sin tierra. La fuerza del MST deriva menos de la radicalidad de su demanda por la tierra que de sus métodos de ocupación de la misma para forzar la reforma agraria así como de sus métodos de gestión comunitaria de las tierras ocupadas por ellos y de su concepción socialista de una economía donde los campesinos pueden alcanzar su pleno desarrollo. Su preocupación con la tecnología agrícola de punta, por las cuestiones ambientales y por la educación de sus cuadros y de sus hijos los colocan a la vanguardia de la sociedad brasileña. Sus principales banderas de lucha se resumen en : tierra, agua y semillas, es decir, en el la pugna por la soberanía alimentar en Brasil. De esta manera, ellos se preparan para enfrentar las transnacionales agroindustriales en una perspectiva de largo, chocando frontalmente con los conservadores brasileños. 

Un fenómeno nuevo que hace posible esta concepción de largo plazo del Movimiento de los Sin Tierra es el fuerte apoyo de la pastoral de la tierra en Brasil. La Iglesia brasileña ha decidido que no puede entregar el más grande país católico del mundo a la voracidad de las elites explotadoras de este país. Una revolución social anti-católica sería un golpe definitivo al catolicismo como religión con pretensiones de universalidad.

a) La cuestión étnica

En esta fase se incorporan cuestiones totalmente nuevas : El indigenismo, no solo visto como un movimiento de reivindicación étnico sino como una crítica cultural campesina, donde el campesinado exige su conservación y no simplemente su disolución en una sociedad superior. La cuestión étnica se presenta en dos vertientes diferenciadas, la cuestión campesina-indígena y campesina-negra. Es necesario hacer una distinción entre ambas tendencias porque los negros formaron un movimiento principalmente campesino, que asumió la lucha contra el esclavismo, contra la dominación española en Cuba y que participó en la revolución cubana y los procesos de liberación de otros países en la región. Los negros se organizaron con mucha facilidad y llegaron a constituir una parte importante de ese movimiento obrero no-europeo, no-socialista, pero enmarcado en una vertiente populista. A pesar de que los comunistas consiguieron, en algunos lugares, una base importante en el movimiento negro, tuvieron la tendencia a negar su especificidad, manifestándose contra la idea de que asumiese una forma propia. De esta manera, se buscaba que el movimiento negro se incorporase a las luchas por las libertades civiles, pero se negaba su contenido étnico específico. La visión étnica de la cuestión negra solo se va a proyectar a partir de la década de 1960 y tiene como una de las referencias principales al “black power” en Estados Unidos, donde se produce una ruptura con la visión de los derechos civiles : los negros sostienen que no quieren ser iguales a los blancos, por lo tanto, sus luchas no son por la igualdad sino por el derecho de ser negros. Esta perspectiva se expresa en la idea de “black beauty”. 

El contenido étnico del movimiento indígena renace en los años 70, cuando los indígenas reivindican sus orígenes como una estructura ideológica para las luchas sociales contemporáneas y exigen el liderazgo de los movimientos guerrilleros. Un ejemplo de esta nueva perspectiva es la lucha guatemalteca, donde los indígenas dejan claro que la guerrilla estaba dirigida por ellos a pesar de la participación externa, siempre subordinada a su liderazgo. Esta vertiente se va manifestar también en el caso mexicano, que alcanzará una expresión clara en el zapatismo, donde la vertiente indígena asume el carácter de una postura ideológica propia, que tiene su inspiración indigenista pero tiene también un objetivo universal. Este reconocimiento e identidad indígena latinoamericana es un fenómeno muy profundo que pretende también ser mundial : indígenas de diferentes regiones del mundo buscan formar un movimiento que afirma sus luchas en una postura ecológica basada en una relación fuerte con la naturaleza, en una ideología opuesta al capitalismo y a las pretendidas fuerzas progresistas que ven el progreso como un camino destructor de las formas anteriores. 

b) El Movimiento Femenino

Por otro lado, emerge el movimiento femenino de manera específica, a pesar de que éste existe en todas las épocas como parte de otros movimientos sociales. A partir de la década de 1960 este movimiento comienza a reivindicar no sólo que los derechos civiles de las mujeres sean incorporados a la sociedad moderna sino que la sociedad incorpore también la visión femenina del mundo. Esto supone la participación de la mujer en la cultura, ya no como un elemento pasivo, sino en un rol protagónico capaz de reestructurar profundamente la subjetividad del mundo contemporáneo a partir de una nueva visión que revalore el papel de la vida. En este sentido, la mujer sería no sólo portadora de la vida sino de una percepción del mundo desde el punto de vista de la vida. Esto modifica profundamente la visión de la sociedad contemporánea.

3. LA AUTONOMIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LAS NUEVAS FORMAS DE RESISTENCIA

Veinticinco años de experiencia neoliberal, comandadas a nivel internacional por el FMI y el Banco Mundial, sumergieron nuestros países en graves problemas económicos que llevaron los movimientos sociales de la región a la defensiva. El desempleo, la inflación, la dramática caída de los niveles salariales y de calidad de vida, la falta de inversiones en el sector productivo, en infraestructura, o desarrollo social forman un conjunto de fenómenos que va destruyendo el tejido social, que va desestructurando las lealtades institucionales, rompiendo los lazos sociales, abriendo camino a la violencia, las drogas y la criminalidad en sus diversas formas de expresión. Las formas de lucha principales del movimiento obrero, como la huelga y otras formas de interrupción del trabajo, pierden fuerza en la medida en que amplias masas de desempleados o recién llegados a la actividad laboral están siempre dispuestas a sustituir a los trabajadores activos. Las posibilidades de lucha en las calles alcanzan cierto auge hasta que el cansancio y el enfrentamiento con formas despiadadas de represión hacen retroceder al movimiento que va perdiendo sus objetivos, abriendo camino a la acción del “sub-proletariado” que no dispone de programas de lucha organizados y consecuentes.

Los años de recesión estuvieron agravados por mecanismos de represión institucional y regímenes de excepción apoyados en formas de terror estatal que habían tenido inicio en la fase anterior. La recesión sistemática, que debería ocurrir en la década del 70, fue retrasada debido a la captación de recursos externos en forma de préstamos internacionales a bajo costo como consecuencia del reciclaje de los petrodólares. En la década del 80 se inicia la fase recesiva con la exigencia de pago inmediato de los intereses de la deuda, aumentadas debido al crecimiento del capital principal bajo la forma de “renegociaciones” irresponsables y debido al aumento de las tasas internacionales de interés a partir de las decisiones adoptadas por el Tesoro Americano.

Esta combinación de recesiones sucesivas, regímenes de excepción, terrorismo de Estado y rebaja del nivel de vida de los trabajadores estuvo seguida de una ofensiva ideológica contraria a las conquistas de los trabajadores y a las mejoras obtenidas por el conjunto de la población durante los años de crecimiento económico. La ofensiva ideológica neoliberal alcanzó su auge en la segunda mitad de los años 80, con la política derrotista de la clase política dirigente de la Unión Soviética y de la Europa Oriental. A partir de la caída de los regímenes del llamado “socialismo real” se abrió una ofensiva ideológica neoliberal que implantó un verdadero terror ideológico. Cualquiera que reivindicara una crítica al capitalismo o al quimérico “libre mercado” era inmediatamente segregado de los medios de comunicación de masas y de la academia. Era la época del “fin de la historia”, del fin del socialismo y del marxismo. 

Durante los últimos veinticinco años los movimientos sociales de la región estuvieron bajo el impacto de esta situación crítica, que era posible superar con políticas de preservación del interés nacional, con la suspensión del pago de una deuda internacional altamente cuestionable y de tasas de interés totalmente insanas. Sin embargo, prevalecieron los intereses ligados al pago del servicio de la deuda y las renegociaciones que incluían inmensas comisiones apropiadas por agentes privados. En este período se afirmó una típica burguesía “compradora” en la región, que se impuso progresivamente sobre los capitales locales afectados por las políticas neoliberales e impedidos de beneficiarse de los cambios del comercio mundial que fueron casi totalmente aprovechados por los países asiáticos. Ayudados por reformas agrarias profundas, realizadas en la post-Segunda Guerra Mundial Estos países no dependían tan directamente de los préstamos internacionales para sostener sus políticas de exportación y de crecimiento económico y disponían de mercados internos más amplios y de políticas educacionales profundas que buscaban neutralizar la influencia de regímenes socialistas en el sudeste asiático. 

Es natural que durante este periodo, el movimiento obrero renaciera en la región bajo formas más cautelosas, buscando el apoyo de los liberales y de la Iglesia que se apartó de los regímenes dictatoriales que en el pasado favoreciera, para asumir las banderas de los derechos humanos, de la amnistía y del restablecimiento de la democracia. En este ambiente, las propuestas neoliberales encontraron un campo fértil y se enraizaron profundamente en virtud de la auto-destrucción del socialismo soviético y euro-oriental. Las concepciones neoliberales penetraron fuertemente en los partidos de izquierda, encontrando su formulación más sofisticada en la llamada Tercera Vía que se desarrolló en la década de los 90. Se levantaba la tesis de que no había alternativa para la concepción neoliberal de la economía, cuya expresión de eficacia era el libre mercado. Libre mercado que no garantiza, sin embargo, los derechos sociales de los trabajadores. Bajo esta visión, sería necesario combinar el neoliberalismo económico con un programa de políticas sociales (o compensatorias, como lo plantean el FMI y el Banco Mundial al aceptar los efectos negativos “provisionales” de la “transición” hacia el “libre mercado”). Era evidente la debilidad teórica y práctica de esta propuesta que fue en seguida abandonada en la medida en que el neoliberalismo se hacía cada vez más insostenible tanto en el plano teórico–doctrinario como práctico.

El movimiento obrero se encuentra aún bajo el efecto de estas confusiones ideológicas pero viene recuperando sistemática y crecientemente buena parte de su capacidad política a partir del crecimiento económico sostenido de 1994-2000 cuando el desempleo en Estados Unidos cayó de 12% a 3,4% anual. La posibilidad de volver a una situación de pleno empleo provocó un renacimiento de la militancia sindical americana, incluso en la reorientación de la central sindical AFL-CIO hacia tesis progresistas. En América Latina el movimiento obrero del período estuvo en ascenso solamente en Brasil en los años 70, parte de los 80 y en algunos momentos aislados de los 90. La explicación de la pérdida de combatividad del movimiento obrero en los últimos años se encuentra en las dificultades de convivir con el desempleo creciente resultante de la situación recesiva permanente. 

De las fuerzas clásicas del movimiento popular en la fase nacional democrática, el movimiento estudiantil fue el que más sufrió al ahogarse en el mundo del debate ideológico y enfrentar el impacto de la ola neoliberal. De ser el centro de las luchas sociales pasó a ser un movimiento de reivindicaciones sectoriales, lo que fue aislándolo progresivamente. La expansión de las universidades privadas y del número de estudiantes universitarios de clase media disminuyó el carácter de elite intelectual de los movimientos sociales que este tenía hasta inicios de la década de los 70. Esta situación se agrava cuando la represión comienza a afectar también el movimiento estudiantil disminuyendo su militancia y su liderazgo ideológico. A pesar de haber perdido mucha de su fuerza, ha dejado un rastro ideológico profundo como resultado de los movimientos de 1968, y en algunos casos, está recuperando protagonismo en las luchas sociales de los últimos años, como es el caso de Chile.

En los años 80 y 90 ganaron una fuerza especial los movimientos de los barrios llamados “marginales” y hoy “excluidos”. Su organización creciente consiguió ìmportantes recursos fiscales para infraestructura, aún cuando éstos eran insuficientes para romper sus dificultades básicas. Las organizaciones de mujeres jugaron un papel fundamental en el movimiento de pobladores, organizándose para la autogestión de recursos dirigidos a cubrir necesidades básicas de alimentación, seguridad y servicios, basados en un espíritu comunitario y fuertes lazos de solidaridad. Ejemplos claros de este fenómeno son los comedores de madres y los comités del vaso de leche en Perú.

Asimismo, el aumento de la actividad comercial de drogas prohibidas, sobretodo la cocaína, ha abierto la posibilidad de un relativo enriquecimiento verdaderos ejércitos de criminales organizados. Una situación similar a la de Chicago en las décadas de 1920 y 1930. Esta presencia de los factores criminales en los barrios miserables, como es el caso de Brasil, ha justificado una adhesión creciente de partidos de izquierda y de movimientos populares con responsabilidad de gobierno a las técnicas de la represión social. Al abandonar la tortura y otros comportamientos violentos en el plano político, las fuerzas represivas volvieron a concentrarse en la práctica sistemática de violencia contra los pobres y criminales de origen popular.

Al mismo tiempo, los movimientos sociales son cada vez más afectados por las fuerzas sociales emergentes. Es el caso de los movimientos de género, los indígenas, los negros, los grupos de defensa del medio ambiente y otros, que imponen nuevos temas a la agenda de las luchas sociales. Su punto de partida asume formas liberales, expresadas en la defensa del derecho a votar, de garantizar jurídicamente sus derechos en bases iguales a la fracción masculina dominante, de valorizar sus características propias, de reconocer su identidad y sus características étnicas como parte sustancial de la cultura nacional. Con el tiempo, estas reivindicaciones pasan a integrar todo un proyecto cultural que exige el rompimiento con la estructura económico social que generó el machismo, el racismo, el autoritarismo. Podemos encontrar una identificación sustancial entre el modo de producción capitalista, como fenómeno histórico, con estas formas culturales que penetran profundamente en todo la superestructura de la sociedad moderna. Las propias raíces de estas llagas se encuentran en la pretensión de una racionalidad iluminada que tendría a Occidente como cuna y que justificaría el colonialismo, despreciando sustancialmente la importancia de las culturas y civilizaciones asiáticas, orientales o de las civilizaciones americanas pre-colombinas.

Los movimientos sociales empiezan así a romper con toda la ideología de la modernidad como forma superior y como única expresión de la civilización. Este enfoque ha dado una fuerza muy especial a los movimientos sociales al presentarlos como fundamento de un nuevo proceso de civilización pluralista, realmente planetario, post-racista, post-colonial y quizás post-moderno.

Durante esta fase es necesario destacar dos características fundamentales : en primer lugar, la identidad de los movimientos sociales empieza a reivindicar una cierta autonomía, sale del marco de los partidos, de las reivindicaciones nacional-democráticas y desarrollistas, para asumir una autonomía bastante significativa, que da origen y se vincula a la cuestión ciudadana de lucha por los derechos civiles y se confunde con las luchas contra las dictaduras en América Latina. Se empieza a desarrollar una interacción entre los movimientos sociales con relativa autonomía de los partidos políticos y de las ONGs que las apoyan. En segundo lugar, se presenta una tendencia a la formación de partidos políticos a partir de estos movimientos. La expresión más avanzada de esta tendencia es el Partido de los Trabajadores en Brasil. Existen también otras organizaciones políticas impregnadas de esa visión ideológica, una sociedad civil que se esta formando y que proyecta sobre el Estado la gran cuestión que la sociedad civil todavía no resolvió : en la medida en que ella crece y gana importancia, su relación con el Estado deja de ser simplemente crítica para ejercer también hegemonía sobre el Estado. A partir de este momento, la postura crítica se transforma en una postura positiva, que se expresa en propuestas de políticas de Estado y que viene constituyendo una nueva fase de diseño de un nuevo programa de políticas públicas que absorbe parte del programa nacional democrático-desarrollista anterior pero con críticas significativas y que incluyen nuevos elementos en la agenda, como las demandas ecológicas y democráticas de participación política.

Todo esto va constituyendo un nuevo espacio político que no resolvió sus contradicciones entre autonomía y gestión del Estado, entre democracia en el sentido de afirmación autónoma y en el sentido de gestión del Estado, entre reivindicaciones autónomas y de políticas públicas con capacidad de transformar las condiciones materiales.


miércoles, 14 de marzo de 2018

Memes












Tupac Amaruc II


IDEALES



El más famoso revolucionario de América Latina.



Renunció a sus comodidades, se dolió por la injusticia contra su raza; pretendió liberarla, se armó, se enfrentó con valentía a los españoles, pero, al no poder vencerlos, sucumbió sin llanto y voló con alas a la eternidad.



Su mayor ideal fue liberar a su pueblo a su pueblo del dominio español y liberar a los indios y negros del trabajo forzado y de la esclavitud al que fueron sometidos por la corona española.



SUBLEVACIÓN



El 4 de noviembre de 1780 se inicia la rebelión de José Gabriel Condorcanqui contra la dominación española, adoptando el nombre de Túpac Amaru II, en honor de su antepasado el último Inca de Vilcabamba. Túpac Amaru se auto declara Inca, Señor de los Césares y Amazonas,[]​ y jura con el siguiente bando su coronación: Don José Primero, por la gracia de Dios, Inca Rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Aires y Continentes de los Mares del Sur, Duque de la Superlativa, Señor de los Césares y Amazonas con dominio en el Gran Paititi, Comisario Distribuidor de la Piedad Divina, etc. .[]Al comienzo el movimiento reconoció la autoridad de la corona, ya que Túpac Amaru afirmó que su intención no era ir en contra del rey sino en contra del «mal gobierno» de los corregidores. Más tarde la rebelión se radicalizó llegando a convertirse en un movimiento independentista.



 EJECUCIÓN



Tras ser capturado el 6 de abril de 1781, fue llevado a Cuzco encadenado y montado en una mula. Ingresó a la ciudad una semana después, «con semblante sereno» mientras las campanas de la Catedral repicaban celebrando su captura. Apresado en el convento de la Compañía de Jesús, fue sucesivamente interrogado y torturado al límite del fallecimiento, con el objetivo de arrancarle información acerca de sus compañeros de rebelión en Cuzco y otras ciudades, y de sus ejércitos que aún conservaban grandes territorios. Torturas que fueron inútiles ya que no dio confesión alguna. Más bien trató de enviar mensajes escritos con su propia sangre, pero estos fueron interceptados. La madrugada del 29 de abril a causa de los rigores del tormento le fracturaron el brazo derecho.

Un día durante el encierro cuando el visitador José Antonio de Areche, autoridad del interrogatorio y ejecución enviado por el rey Carlos III de España, entró intempestivamente al calabozo para exigirle, a cambio de promesas, los nombres de los cómplices de la rebelión, Túpac Amaru II le contestó: «Solamente tú y yo somos culpables, tú por oprimir a mi pueblo, y yo por tratar de libertarlo de semejante tiranía. Ambos merecemos la muerte».

El 18 de mayo de 1781, en acto público en la Plaza de Armas de Cuzco, se cumplió la ejecución de Túpac Amaru II, su familia y sus seguidores. Los prisioneros fueron sacados de sus calabozos, metidos en zurrones (un tipo de costal) y arrastrados por caballos todos a la vez, uno tras otro, hasta llegar a la plaza. Ya al pie del cadalso, Túpac Amaru II fue obligado, tal y como señalaba la sentencia, a presenciar la tortura y asesinato de sus aliados y amigos, su tío, sus dos hijos mayores y finalmente su esposa, en ese orden.



MESIANISMO



La rebelión general del Alto y Bajo Perú en 1780, fue encabezada por José Gabriel Condorcanqui con el objetivo de liberar a sus compatriotas de las pesadas cargas a las que estaban obligados por las autoridades españolas desde hacía casi tres siglos, aunque agravadas en la década anterior por las reformas borbónicas: mitas, repartimiento de efectos, tributos, alcabalas y otros derechos; trabajos en corregimientos y obrajes; diezmos y primicias eclesiásticas, y la eliminación de las divisiones en castas. Buscaba la creación de un reino independiente de España, gobernado por una monarquía hereditaria incaica, a través de la creación de un ejército y una administración propias, introduciendo una tributación única a todos los súbditos, libertad de comercio y trabajo.

Con las masas, el inca iba a comunicarse usando un lenguaje simbólico, de raigambre mesiánica. Ese lenguaje se manifestaba en el uso de instrumentos musicales tradicionales, en el uso de banderas, insignias y vestimentas incaicas, así como del apelativo Inca, que poseía implicaciones mesiánicas (vinculadas al mito de Inkarrí), por cuanto el Inca no se mostraba solamente como rey y soberano legítimo, sino también como redentor, restaurador del mundo, salvador de los indios, esperándose de él un comportamiento milagroso. Se le otorgaban rasgos divinos o prodigiosos.





RECONOCIMIENTO



La fama de Túpac Amaru II se extendió a tal punto que los indígenas sublevados en el llano de Casanare, en la región de Nueva Granada, lo reconocieron como rey de América.

Movimientos posteriores invocaron el nombre de Túpac Amaru II para obtener el apoyo de los indígenas, caso entre otros de Felipe Velasco Túpac Amaru Inca o Felipe Velasco Túpac Inca Yupanqui, quien pretendió levantarse en Huarochirí (Lima) en 1783. La rebelión de Túpac Amaru II marcó el inicio de la Etapa Emancipadora de la historia de Perú.

Esta gran rebelión produce una fuerte influencia sobre la Conspiración de los tres Antonios, indicios descubiertos en Chile el 1 de enero de 1781, en pleno desarrollo de la insurrección. Los conspiradores se animaron a actuar gracias a las noticias de los avances de Túpac Amaru II en el Virreinato del Perú.